O - 4: Hundido
En el comienzo de la temporada de la Liga Baigorriense, y disputándose todavía la serie de partidos amistosos, Atucha cayó frente a no sé muy bien qué equipo. ¿El resultado final? Una incógnita debido a las inclemencias de un agitado océano que se encargó de cubrir todo a su paso y sumergirlo al fondo de las profundidades.
Atucha zarpó a altamar sobre las 16.30, horario en el que el árbitro solpló su propio pito. Cada uno tomó su posición en el barco, haciendo hincapié en mantenerlo a flote más que en buscarle un destino final al cual llegar. Fue el océano el que en todo momento manejó la situación. No obstante esto, la tripulación no se desesperó, y todos fueron parte de un singular engranaje que mantenía al Titanic, perdón, Atucha, a flote. El Gordo en el arco, Fari, Mariano y Pato; más adelante Chelo, Osqui y Pablo, y claro, Leo solo arriba, con un par de remos en sus manos pero sin siquiera un bote al que empujar.
El mar embravecido empezó a sacudir lentamente el barco, lo hamacó a uno y otro lado. Los gritos de Mariano queriendo comandar al equipo, alguna triangulación que siempre –indefectiblemente– tenía sólo dos lados, y asociaciones que llevaban incluso, a poner a Leo casi en posición de gol. Igualmente, el equipo corría para todos lados, comprometido con esta empresa que habían comenzado y que debería llevarlos a no sé dónde.
Llegaron los cambios, más para hacer recambio de oxígeno (la tripulación, recordemos, es veterana, y bien podría haber hecho navegar al USS Saratoga en la Segunda Guerra). Ale y Tenazas a la cancha para ver si podían dar ayuda a Leo. Tena subió más que Pablo, aunque éste ayudó más en la marca. Llegaron un par de jugadas, incluso los protagonistas fantasearon con la posibilidad de un gol. La noche era muy oscura y la verdad es que no lo vi.
El Fari firme abajo, le faltó alguna incursión ofensiva. Mariano, mariscal del área y caudillo natural. Pato, respetando siempre su posición y yendo fuerte a cada pelota, como si fuera la última. El mar hasta le llevó un pelotazo al arco del Gordo que, yendo abajo, la sacó con su mano izquierda. Desde mi posición pensé que era en realidad un costal de soja que transportaba el barco, y que se había caído. Aún así, evitó la apertura del marcador. Pese a ello, lo vi muy quieto cuando llovió un centro desde la izquierda del ataque al corazón del área. Se quedó esperando el cabezazo. Ya era tarde, cuando quiso maniobrar, el barco ya había impactado al iceberg.
Terminó el primer tiempo, y para el segundo, fue sólo tratar de sacar el agua. Ya habían entrado hacía tiempo Seba y Lisandro. Mucha movilidad del primero para tratar de ayudar a Leo, aunque el mar impidió conexión entre ambos, tal y como pasó también con Ale. A Lisandro lo vi muy comprometido con el sistema defensivo, intentando sacar el agua que comenzaba a taparlo todo. Osqui fue al arco y tampoco pudo hacer mucho. El agua entraba por todos lados.
La verdad, mentiría si siguiera comentando todo, porque yo empecé a buscar la manera de salvar mi vida. Sólo escuché muchos gritos. “¡Tengo agua por acá!”, “¡Esto se inunda!”, eran los alaridos de todos. Dicen que hubo más goles. Yo la verdad no lo creo. Insisto, no pude ver más nada, pero dudo que una tripulación tan concentrada en lo suyo, no haya podido evitar la goleada. Dicen que Chelo levantó las dos manos, no sé si porque se ahogaba o por intentar hacerse con la pelota. Dicen que el Fari gritó gol cuando la sala de máquinas se terminó de inundar. Dicen que había dos guardavidas a bordo y nadie supo permanecer a flote. Eso dicen pero no lo vi. Atucha siguió su inexorable camino al fondo del mar. En el Olimpo, los dioses seguían divirtiéndose. Uno sugirió “O – 4”, y el otro, desalmado, respondió: “Hundido”.
Lo único que si recuerdo y puedo dar fe que me conmovió, fue que en pleno viaje hacia el final, cuando afloran las miserias del ser humano, nadie quiso salvarse por su cuenta. Nadie reprochó a su compañero porque aún con todo el agua que entraba había dejado la canilla abierta. Nadie echó en cara de si habría que haber tomado esa ruta y no otra. Atucha demostró ser un equipo, y naufragó como tal.
En el comienzo de la temporada de la Liga Baigorriense, y disputándose todavía la serie de partidos amistosos, Atucha cayó frente a no sé muy bien qué equipo. ¿El resultado final? Una incógnita debido a las inclemencias de un agitado océano que se encargó de cubrir todo a su paso y sumergirlo al fondo de las profundidades.
Atucha zarpó a altamar sobre las 16.30, horario en el que el árbitro solpló su propio pito. Cada uno tomó su posición en el barco, haciendo hincapié en mantenerlo a flote más que en buscarle un destino final al cual llegar. Fue el océano el que en todo momento manejó la situación. No obstante esto, la tripulación no se desesperó, y todos fueron parte de un singular engranaje que mantenía al Titanic, perdón, Atucha, a flote. El Gordo en el arco, Fari, Mariano y Pato; más adelante Chelo, Osqui y Pablo, y claro, Leo solo arriba, con un par de remos en sus manos pero sin siquiera un bote al que empujar.
El mar embravecido empezó a sacudir lentamente el barco, lo hamacó a uno y otro lado. Los gritos de Mariano queriendo comandar al equipo, alguna triangulación que siempre –indefectiblemente– tenía sólo dos lados, y asociaciones que llevaban incluso, a poner a Leo casi en posición de gol. Igualmente, el equipo corría para todos lados, comprometido con esta empresa que habían comenzado y que debería llevarlos a no sé dónde.
Llegaron los cambios, más para hacer recambio de oxígeno (la tripulación, recordemos, es veterana, y bien podría haber hecho navegar al USS Saratoga en la Segunda Guerra). Ale y Tenazas a la cancha para ver si podían dar ayuda a Leo. Tena subió más que Pablo, aunque éste ayudó más en la marca. Llegaron un par de jugadas, incluso los protagonistas fantasearon con la posibilidad de un gol. La noche era muy oscura y la verdad es que no lo vi.
El Fari firme abajo, le faltó alguna incursión ofensiva. Mariano, mariscal del área y caudillo natural. Pato, respetando siempre su posición y yendo fuerte a cada pelota, como si fuera la última. El mar hasta le llevó un pelotazo al arco del Gordo que, yendo abajo, la sacó con su mano izquierda. Desde mi posición pensé que era en realidad un costal de soja que transportaba el barco, y que se había caído. Aún así, evitó la apertura del marcador. Pese a ello, lo vi muy quieto cuando llovió un centro desde la izquierda del ataque al corazón del área. Se quedó esperando el cabezazo. Ya era tarde, cuando quiso maniobrar, el barco ya había impactado al iceberg.
Terminó el primer tiempo, y para el segundo, fue sólo tratar de sacar el agua. Ya habían entrado hacía tiempo Seba y Lisandro. Mucha movilidad del primero para tratar de ayudar a Leo, aunque el mar impidió conexión entre ambos, tal y como pasó también con Ale. A Lisandro lo vi muy comprometido con el sistema defensivo, intentando sacar el agua que comenzaba a taparlo todo. Osqui fue al arco y tampoco pudo hacer mucho. El agua entraba por todos lados.
La verdad, mentiría si siguiera comentando todo, porque yo empecé a buscar la manera de salvar mi vida. Sólo escuché muchos gritos. “¡Tengo agua por acá!”, “¡Esto se inunda!”, eran los alaridos de todos. Dicen que hubo más goles. Yo la verdad no lo creo. Insisto, no pude ver más nada, pero dudo que una tripulación tan concentrada en lo suyo, no haya podido evitar la goleada. Dicen que Chelo levantó las dos manos, no sé si porque se ahogaba o por intentar hacerse con la pelota. Dicen que el Fari gritó gol cuando la sala de máquinas se terminó de inundar. Dicen que había dos guardavidas a bordo y nadie supo permanecer a flote. Eso dicen pero no lo vi. Atucha siguió su inexorable camino al fondo del mar. En el Olimpo, los dioses seguían divirtiéndose. Uno sugirió “O – 4”, y el otro, desalmado, respondió: “Hundido”.
Lo único que si recuerdo y puedo dar fe que me conmovió, fue que en pleno viaje hacia el final, cuando afloran las miserias del ser humano, nadie quiso salvarse por su cuenta. Nadie reprochó a su compañero porque aún con todo el agua que entraba había dejado la canilla abierta. Nadie echó en cara de si habría que haber tomado esa ruta y no otra. Atucha demostró ser un equipo, y naufragó como tal.
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